Las experiencias crueles y dolorosas perpetuadas por las personas que nos deberían haber querido y cuidado, que se vivieron en el pasado, nos pueden hacer llegar a conclusiones erróneas acerca de lo que somos y distorsionan la visión que tenemos de nosotros mismos, nos podemos pensar como sin valor, como un fracaso, vacíos, que la vida no vale la pena y desolados. El dolor marca esa imagen y pareciera que no hay otra manera de entender la vida, pero no es así. El trauma nunca se vive de manera pasiva, siempre existe una respuesta aunque nunca se haya hablado de eso y no la hayamos reconocido antes.
El dolor de las experiencias negativas del pasado no solo quiere distorsionar nuestra imagen de identidad sino también negar las posibilidades de cambio y de realización de una vida diferente en el futuro. Para oponerse a esos designios necesitamos encontrar en nuestra vida, momentos y experiencias que hablen de una manera diferente de dar valor y de apreciar a la vida y a las relaciones, de tal manera que al revisar esas experiencias se haga aparente todo lo que da sustento a nuestra vida, aunque nunca antes hayamos pensado que eso es valioso o que nos ha definido de manera opuesta.
La vida es multihistoriada, esto es, tenemos muchas relaciones y en cada una de ellas se encuentra una versión de lo que somos, las personas tienen un impacto cuando tenemos una relación con ellas y a la inversa, nosotros impactamos su vida al estar en relación con nosotros.
Muchas veces nos es difícil apreciar a lo que le damos valor y a los que nos inspira, pues generalmente no lo identificamos solo lo vivimos, ahí en esa particular manera de fijarnos, de notar, de oponernos a lo injusto, que está contenida en lo que hacemos en lo cotidiano. Ahí es donde en nuestra historia se han guardado los recuerdos de experiencias que contradicen a la historia del desamor y el trauma. Siempre hay una relación con alguien o con algo, como un libro, una manera de pensar o ver la vida que nos llega al corazón y nos da una idea de cómo nos gustaría que fuera la vida, nos hace darle valor a cierta manera de ser y de vivir aunque en el presente esa no sea nuestra vida. Son esas experiencias las que son las huellas de otra historia contenida en nuestra vida, las que tenemos que recrear, identificar, poner delante de nuestros ojos para comenzar a vernos de manera diferente.
Una persona puede haber sido despreciada o maltratada profundamente y sin embargo cuando se relaciona con sus hijos ser muy cariñosa y cuidarlos. Detrás de esa manera de ser hay una historia que habla de alguna interacción o experiencia en la que se aprendió a darle valor al cariño. Las experiencias pueden venir de muchas partes, de la interacción con un libro o una película. Ahí en esa vivencia, la persona está seleccionando una manera diferente para ejercer su vida. Recordar esa vivencia en la que se identifica algo a lo que se le da un valor, como el tener esperanza, el creer en la justicia, amar y aceptar a los demás, abre un camino que va a permitir el reconocimiento de otra alternativa de lo que inspira nuestra vida. Esta nueva consideración de la importancia que tiene esas partes de nosotros más allá de las humillaciones, el desamor o el abuso, abren el camino a redefinir lo que somos y lo que deseaos para nuestra vida.
Cuando recreamos e identificamos a lo que le damos valor cambiamos la imagen de lo que somos, nuestra visión personal se transforma, ahora podemos vernos a la luz de lo que le damos valor y que se han vuelto un propósito o principio de vida, desde los que podemos renunciar a la vieja imagen que, el desamor y el trauma quería grabar en nosotros.
Descubrir que hay otras posibilidades para ser y estar con nosotros y en las relaciones con los demás, basándose en aquello a lo que le damos valor nos cambia la vida. Ahora podremos reconocer, a los sueños que nos inspiran, a las esperanzas que están inscritas o son parte de lo que hacemos y en nuestra manera de ver y ser en el mundo.
Reconocer y saber que estamos guiando la vida desde los sueños, esperanzas, deseos, compromisos y principios de vida cambia la manera en que nos vemos, dándole un sentido profundo a lo que nos inspira y que está expresado en lo que hacemos, en la manera en la cual nos integramos a las demás personas, en lo que priorizo al cuidar y amar a los demás y a mí mismo, lo cual hace un territorio de vida, de identidad que se transforma en el piso o una plataforma desde el cual se pude mirar a la vida, las relaciones y el futuro y reconsiderar al pasado cambiando las conclusiones negativas a las que habíamos llegado para reconsiderarlas a la luz de esa nueva imagen de lo que le damos valor y que nos ha inspirado.
Reconocer en nuestra historia a lo que le hemos dado valor y que ahora es nuestro territorio de vida nos permitirá inspirarnos para ser y lograr lo que queremos en la vida y las relaciones que imaginamos para formen parte de esa nueva visión de nosotros mismos, nuestra historia alternativa.
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